Una curiosa tríada, es cierto. Me explico.
Hace unos años -dicen que en 2008 pero no puedo asegurarlo- un señor alemán decidió irse comiendo poco a poco la cabeza de uno de los escritores que más me han hecho reir y pensar a la vez; incluso emocionarme hasta cerca de las lágrimas con esa fantástica Muerte tan absolutamente humana en El Segador. A (Sir) Terry Pratchett se la diagnostico una forma de Alzheimer la cual, en un sarcasmo muy digno del autor de Mundodisco, coincidía con la visión que él daba de la mente humana, capaz de ignorar la existencia de lo que le aterra.
Hoy mismo, desde aquí por vía de Literatura Prospectiva llega la noticia que me entristece: El señor Pratchett ha decidido iniciar los trámites para acogerse a la eutanasia.
Tristeza, por la largas horas que he dedicado a sus obras, las risas y pensamientos que me ha dado y la crueldad de esta enfermedad -con él y con todos los afectados-.
Coherencia porque, al fin y al cabo, si pierde todo lo que le hace ser él irrecuperablemente, tiene derecho a defenderse aunque sea con el último gesto de desafío que se le permite al ser humano.
Dignidad, porque el señor Pratchett no habla de una huída definitiva, sino de una opción más que no tiene porque ser el camino elegido.
Y aún así, me viene Edward G. Robinson en Cuando el futuro nos alcance pidiendo: "Música clásica, ligera". Aquí supongo que tocaría la Muerte con una Fender Stratocaster haciendo la Música de las Rocas mientras Gaspode organizaría un coro de perros, el Sargento Detritus mantendría el orden, el capitán Vimes recorrería Las Sombras buscando a ese señor aleman para explicarle un par de cosas y hasta Y-Voy-A-La-Ruina Escurridizo dejaría de intentar vender sus salchichas... por unos minutos. Creo que hasta al Patricio y Yaya Ceravieja se les escaparía alguna lágrima.